Sabes cuántos cerebros tienes?
25
mar
La brillantez humana, el compromiso y creatividad pueden estar
inducidos mucho menos por nuestra mente que por otros centros de
inteligencia recién descubiertos: el segundo y tercer cerebro, ubicados
en los intestinos y el corazón. Este artículo desmonta la visión
tradicional que tenemos de cómo percibimos, procesamos y damos respuesta
a nuestra realidad.
Según el modelo tradicional,
cuando tenemos una experiencia, esta nos llega a través de los cinco
sentidos primarios y entra en el sistema nervioso, siendo procesada la
información por el cerebro craneal y respondemos con una conducta
determinada. Conclusión, todo se procesa y elabora en la cabeza.
Sin embargo, y gracias a los avances en
neurociencia, ahora sabemos que la inteligencia está distribuida por
todo el cuerpo. Cuando tenemos una experiencia directa, esta no va
directamente al cerebro de la cabeza. Primero llega a las redes
neurológicas del tracto intestinal y del corazón. Cada contacto con la
vida nos crea un sentimiento visceral. Puede que lo percibamos como un
“hormigueo en el estómago” o como un “nudo” de tensión intestinal o una
excitación. O, si estamos muy adiestrados para permanecer siempre en la
cabeza (personas racionales y poco emocionales), puede que no lo notemos
en absoluto.
El Segundo Cerebro: El intestino.
En todas las culturas antiguas y
modernas se ha tenido la conciencia, al menos popular, de que “nuestras
tripas son capaces de experimentar emociones”. Al recibir una buena
noticia, un cosquilleo placentero invade la barriga, como si en su
interior revolotearan miles de mariposas. Por el contrario, las
situaciones de tensión, miedo o aflicción hacen que el estómago se
encoja y sintamos como si un roedor escarbase en nuestras entrañas. La
repulsión hacia algo o alguien puede llegar a producir náuseas e incluso
provocar el vómito. Este mar de sensaciones estomacales empieza ahora a
encontrar una explicación dentro de los límites de la ciencia.
Fruto de décadas de trabajo, los
científicos están en condición de afirmar que, por inaudito que pueda
parecer, en el tracto gastrointestinal se aloja un segundo cerebro muy
similar al que tenemos en la cabeza. Efectivamente, el tubo digestivo
está literalmente tapizado por más de 100 millones de células nerviosas,
casi exactamente igual que la cifra existente en toda la médula
espinal.
En esta mujer de cristal que se exhibe
en el Museo Alemán de la Higiene, en Dresde, se aprecia el parecido
visual entre nuestros dos cerebros, el que habita en la cabeza y el
intestinal. En realidad se trata de una metáfora de las similitudes
existentes a nivel bioquímico y celular.
Hasta hace poco, los expertos incluían el cerebro del intestino dentro del Sistema Nervioso Periférico: “Pensábamos
que el aparato gastrointestinal era un tubo hueco con reflejos simples.
A nadie se le ocurrió contar las fibras nerviosas que lo recorren”, confiesa David Wingate, profesor de la Universidad de Londres.
Todos los complejos procesos
digestivos están bajo control, en mayor o menor grado, del cerebro
abdominal, también conocido como Sistema Nervioso Entérico
(SNE). Pero su cometido va más allá. Al igual que el recluido en las
paredes craneales, el cerebro entérico produce sustancias psicoactivas
que influyen en el estado anímico, como los neurotransmisores serotonina
y dopamina, así como diferentes opiáceos que modulan el dolor. Además,
sintetiza benzodiazepinas, compuestos químicos que tienen efectos
tranquilizantes.
El cerebro intestinal es
independiente, y a la vez está interconectado con el cerebro craneal.
Este complejo circuito le permite aprender, recordar e influir sobre
nuestras percepciones y conductas. Podemos hablar de una inteligencia visceral, que moviliza el cuerpo (acción) y la fuerza de voluntad. Está relacionada con la acción,
motivación, la lucha por la supervivencia, de encontrar nuestro espacio
entre los demás, y para marcar límites saludables entre el tú y el yo.
Cuando no hay equilibrio se relaciona principalmente con la rabia (mayor producción de bilis). Cuando está equilibrada nos conecta con nuestra vitalidad, el paso a la acción, la voluntad,…
Primero, una experiencia nos produce una reacción visceral, y después, es valorada en el corazón.
El Tercer Cerebro: El corazón.
Ya lo dijo Pascal: “el corazón tiene razones que la razón no entiende”. El
corazón es mucho más que una simple bomba. Actualmente, es reconocido
por los científicos como un sistema altamente complejo, con su propio y
funcional cerebro.
En los años noventa, los científicos
del nuevo campo de la Neurocardiología descubrieron que el corazón es un
órgano sensorial y un sofisticado centro para recibir y procesar
información. El sistema nervioso dentro del corazón lo habilita para
aprender, recordar y realizar decisiones funcionales independientemente
de la corteza cerebral. Está compuesto por un conjunto de más de 40.000
células nerviosas llamadas barorreceptores, junto con una red compleja
de neurotransmisores, proteínas y células de apoyo.
Numerosos experimentos han demostrado
que las señales que el corazón envía constantemente al cerebro craneal
influyen en las funciones de los centros más importantes de este,
aquellos que involucran procesos emocionales, de percepción y
conocimiento. Aparte de la extensa red de comunicación nerviosa que
conecta al corazón con el cerebro y con el resto de cuerpo, el corazón
transmite información al cerebro y al cuerpo interactuando a través de
un campo eléctrico.
En el feto, el corazón humano se
desarrolla antes que el sistema nervioso y el cerebro pensante. La
energía eléctrica en cada latido del corazón y la información que
contiene llega en forma de pulsación a cada célula del cuerpo. Con cada
latido del corazón existe otra forma de comunicación en todo el cuerpo,
una onda que viaja a través de las arterias más rápido que la sangre.
Cada una de nuestras billones de células siente esta onda de presión.
Esto crea otra forma de lenguaje, de comunicación interna en forma de
ondas de presión cuyos patrones varían con cada compleja, rítmica e
intrincada pauta del corazón.
Los patrones rítmicos de los latidos del corazón cambian significantemente, mientras experimentamos diferentes emociones:
Sentimientos negativos, como la ira o la
frustración, están asociados con un errático, desordenado e incoherente
patrón en el ritmo cardiaco. En contraste, sentimientos positivos como
el amor o el aprecio, están asociados con un suave, ordenado y coherente
patrón en la actividad del ritmo cardiaco. A su vez, estos cambios en
el patrón del ritmo cardiaco crean los cambios correspondientes en la
estructura del campo electromagnético irradiado por el corazón, que
puede ser medido mediante una técnica llamada análisis espectral.
El corazón también utiliza otra ruta para comunicarse: los mensajeros químicos del sistema hormonal.
Uno de ellos es el péptido natriurético auricular, un impulsor primario
del comportamiento motivado. Por eso el corazón desempeña un papel
crucial a la hora de movernos hacia la autosuperación. Así que los
sabios a lo largo de la historia tenían razón: si no sentimos nuestros
valores y metas, no podemos vivirlos.
El corazón genera el más poderoso y más extenso campo eléctrico del cuerpo.
Comparado con el producido por el cerebro craneal, el componente
eléctrico del campo del corazón es 60 veces más grande en amplitud y
penetra a cada célula del cuerpo. Aún más, el campo electromagnético del
corazón es el más poderoso de todos los producidos por el cuerpo. Los
cambios eléctricos de los sentimientos transmitidos por el corazón
humano pueden sentirse y medirse al menos a un metro y medio de
distancia, e incluso a tres metros.
Hablamos de una inteligencia emocional, ya que está en conexión con los vínculos
que establecemos con los demás, el sentir, la emocionalidad, la
motivación social,… Cuando está desequilibrada se relaciona
principalmente con problemas con la tristeza. Cuando hay equilibrio nos conecta con el amor, la empatía, la sociabilidad, la pasión,…
La médula y el Sistema Reticular Activado
La tercera parada para los impulsos
nerviosos es un área en la base del cerebro de la cabeza conocida como
la médula. Dentro de esta, existe un enlace vital con lo que se conoce
como Sistema Reticular Activado (SRA).
El SRA está conectado con los
principales nervios de la columna vertebral y el cerebro craneal.
Organiza los 100 millones de impulsos que asaltan al cerebro cada
segundo, desviando lo trivial y dejando pasar lo vital para alertar a la
mente. Esta parte del cerebro ha evolucionado a lo largo de milenios
con una tendencia inherente a ampliar los mensajes negativos de entrada y
atenuar al mínimo los positivos. En épocas primitivas, rodeados por
peligros casi constantes para la supervivencia, esta amplificación de
los mensajes negativos ayudó mucho a la especie humana. En el mundo de
hoy, esta reacción tan enraizada tiende a complicar las cosas. Unas
cuantas palabras de crítica son amplificadas por el SRA, que las
convierte en un mensaje simple: “¡peligro! ¡peligro!”. Nos erizamos y
nos volvemos ansiosos y defensivos. Por el contrario, el SRA reduce un
cumplido a poco más de un susurro. Por esta razón, al final de un día de
trabajo, en el que cien cosas salieron bastante bien y una fue mal, es
bastante generalizado que nos preocupemos por aquello que fue un poco
mal. Si no aprendemos a manejar la influencia del SRA sobre nosotros,
este puede llegar a dominar nuestras percepciones y paralizar nuestro
progreso.
El Primer cerebro: La Mente
La comunicación neural viaja del SRA
hasta el Sistema Límbico, desde donde percibimos el mundo y damos forma a
nuestra respuesta al mismo. El Sistema Límbico es también asiento de todas las emociones en el cerebro. Este sistema funciona 80.000 veces más rápido que la corteza cerebral.
Por último, la cascada neural de
impresiones procedentes de nuestra experiencia llega a la zona pensante
del cerebro, conocida como la corteza cerebral. Antes
de eso, cada experiencia ha sido sentida e interpretada por los
intestinos y el corazón y las otras regiones cerebrales. En otras
palabras, lo último y no lo primero ni lo más destacado que hacemos es
pensar.
Hablamos de inteligencia mental, al pensar, reflexionar, resolver problemas, sacar conclusiones,… Se manifiesta en forma de pensamiento (razonamiento). Cuando no está equilibrada, se la relaciona principalmente con problemas con el miedo. Cuando está balanceada conectamos con la tranquilidad mental, reflexión pausada y con nuestra motivación para aprender.
Siempre que confiamos demasiado en
mente, aparecen luchas innecesarias. Una razón, es que siempre que opera
sin estar equilibrada por los cerebros intestinal y cardiaco, el
intelecto realiza principalmente actos “cómodos”. Puede evocar todo tipo
de ideologías, filosofías, teorías, hipótesis, advertencias, principios
y creencias, pero aunque sean elocuentes y bienintencionados, no
cuentan mucho por sí solos. Tenemos que sentir aquello que importa para
poder vivir de forma que importe.
Aunar mente, intestinos y corazón nos
permite decidir y vivir como personas completas. Así que escucha todas
tus fuentes de sabiduría e intuición y no sólo una. Escucha con atención
a cada una de estas tres fuentes de inteligencia.
Ejercicio para ayudar a sincronizar corazón, mente y cuerpo: Respirando con Actitud.
Las investigaciones del Instituto
HeartMath sugieren que la coherencia psicofisiológica es importante para
mejorar la conciencia. Respirando con Actitud, es una herramienta que
le ayuda a sincronizar su corazón, mente y cuerpo para darle una
coherencia psicofisiológica más poderosa. Utiliza esta técnica unas 5
veces al día para realizar un cambio de actitud duradero. El corazón
automáticamente armonizará la energía entre el corazón, mente y cuerpo,
incrementando la conciencia y la claridad.
La Técnica de Respirar con Actitud
1. Enfoca tú atención en el corazón
cuando inhales y en el plexo solar cuando exhales. El plexo solar se
encuentra unas 4 pulgadas debajo del corazón, justo debajo del esternón
donde los lados derecho e izquierdo de la caja torácica se juntan.
2. Practica esta respiración durante 30 segundos o más para ayudar a anclar tú atención y tú energía ahí.
3. Después escoge alguna actitud o
pensamiento positivo para inhalar y exhalar durante esos 30 segundos o
más. Por ejemplo, puedes inhalar una actitud de gratitud y exhalar una
de humildad.
4. Selecciona actitudes para respirar que
te ayuden a compensar las emociones negativas y de desequilibrio de las
situaciones por las que estás atravesando.
Practica diferentes combinaciones de actitudes que quieras desarrollar. Puedes decir internamente: “Respiro Sinceridad”, “Respiro Coraje”, “Respiro Tranquilidad”,… o cualquier actitud o sentimiento que quieras o necesites. Incluso si no sientes el cambio de actitud al principio, te ayudará a alcanzar un estado en el cuál tendrás más objetividad y ahorrarás energía.
Practica diferentes combinaciones de actitudes que quieras desarrollar. Puedes decir internamente: “Respiro Sinceridad”, “Respiro Coraje”, “Respiro Tranquilidad”,… o cualquier actitud o sentimiento que quieras o necesites. Incluso si no sientes el cambio de actitud al principio, te ayudará a alcanzar un estado en el cuál tendrás más objetividad y ahorrarás energía.
M. Angeles Molina
Directora y Psicóloga de PSINERGIA
Fuentes: Revista Mente Sana. Artículo: “Pensar con el corazón” de Robert K. Cooper.
Investigaciones realizadas por el Instituto HeartMath http://www.heartmath.org
“Curación emocional” de Rollin McCraty
Agradecimiento especial a Miguel Angel Alfocea por su colaboración
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